Biografía del Silencio, Pablo d'Ors
Biografía del Silencio,
Pablo d'Ors
Poco más de un centenar de páginas de inaudita intensidad que nos ayudan a comprender la importancia de esa humilde pero profunda virtud que es la atención.
Un libro tan pequeño como exquisito que recoge una obstinada búsqueda de sí mismo. Tras conocer a Franz Jalics -su maestro- y en respuesta a los miles de lectores que le escribieron para comentarle y agradecerle su Biografía del silencio, Pablo d’Ors funda en 2014 la asociación Amigos del Desierto, cuyo propósito es profundizar y promover la práctica contemplativa.
Volver al origen.
Quien haya leído la Biografía del Silencio sabrá que hay libros que pueden cambiarte. Quizás la primera vez que acabes de leer este libro no seas una persona diferente, pero estoy completamente seguro que sí te habrá dejado la semilla de un cambio que algún día florecerá y dará su fruto. La semilla es el silencio. Los frutos, los veremos a lo largo del post.
Recuerdo como si fuera hoy esa visita exprés de Edu. Dejó el libro encima del sillón y al verlo supe tenía que leerlo. Según iba leyendo fui ganando esperanza y me sentí capaz de conseguir estar en silencio. Acallar mi mente, que a veces es demasiado pesada.
La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser, nos agrieta la estructura de nuestro ego hasta que, de tanto meditar, la grieta se ensancha y la vieja personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva.
Es la sencillez de sus palabras la que consigue transmitir la autenticidad de la meditación. No te va a explicar lo que es el Nirvana. Para alguien que nunca haya oído hablar del tema, es un libro perfecto. No necesitas nada. Solo sentarte, observar las idas y venidas de la mente y tomar el control (observarás como intenta quitártelo).
Para iniciarse en el silencio, con cinco minutos es suficiente. La espalda recta y concentrando la atención sobre una parte del cuerpo y en la respiración. Y sobre todo ser compasivo con uno mismo durante el proceso. Si observamos que se nos ha ido la atención de la respiración a una canción que escuchaste ayer no hace falta echarnos la bronca. Ni parar de meditar porque «no lo estoy haciendo bien». Simplemente podemos sonreír por lo humanos que somos, y volver tranquilamente a la respiración, al presente.
- ACEPTAR SIN RESISTIRSE
«Por las muchas sentadas que
había hecho durante aquel día, la rodilla
derecha me dolía un poco; pero ese
dolor, extrañamente, no me molestaba.
Casi diría que me hacía cierta gracia y
que lo aceptaba sin resistirme a él.»
¿Habéis probado alguna vez a observar con atención plena? Es una sensación difícil de explicar así que lo mejor es que hagáis lo siguiente: estés donde estés, mantén la postura en silencio y obsérvate. Si te duele algo, fija tu atención plenamente en el dolor. Donde te duele, cómo es el dolor, y de repente, ya no te duele ahí. Algunos (como C. Jung o Stanislav Grof) han llegado muy lejos en sus exploraciones; muchos se han quedado a las puertas; la mayoría desconoce que exista un territorio así.
- NO ERES QUIEN ERAS
«No puedo condenar a quien
fui en el pasado. Actuamos
siempre conforme a la sabiduría que
tenemos en cada momento, y si actuamos
mal es porque, al menos en ese punto,
había ignorancia. Es absurdo condenar
la ignorancia pasada desde la sabiduría
presente.
Si pruebas a sentarte en silencio, tu mente empezará a enseñarte el álbum de fotos de tus «yo» pasados. Aquella vez que quedaste como un bobo, la de que no te atreviste… Pero cuando te das cuenta de que, está bien así. No hay que aspirar a la perfección, basta con aspirar al presente. Observar sin juzgar es un increíble efecto secundario de meditar. Participar de ese cambio continuo que llamamos «vida», ser uno con él, esa es la única promesa sensata de felicidad.
- FLUIR CON LA VIDA
«Nuestra vida solo es digna de este
nombre si fluye, si está en movimiento.
Sea por cobardía o por pereza, sin
embargo, o incluso por inercia —aunque
casi siempre es el miedo lo que
mayormente nos paraliza—, todos
tendemos a quedarnos quietos y, todavía
más, a encastillarnos. Encastillarse no
es solo quedarse quieto; es dificultar
cualquier movimiento futuro. Buscamos
trabajos que nos aseguren, matrimonios
que nos aseguren, ideas firmes y claras,
partidos conservadores, ritos que nos
devuelvan una impresión de
continuidad… Buscamos viviendas
protegidas, sistemas sanitarios bien
cubiertos, inversiones de mínimo riesgo,
ir sobre seguro… Y es así como el río
de nuestra vida va encontrando
obstáculos en su curso, hasta que un día,
sin previo aviso, deja de fluir. Vivimos,
sí, pero muy a menudo estamos muertos.»
El cerebro ha evolucionado para protegerse a sí mismo. Olvida la idea de que quiere lo mejor para ti. Quiere sobrevivir y hará lo necesario para conseguirlo. Te dejará hundirte entre las sábanas inmóvil con tal de que no arriesgues su integridad física. Eso es a grandes rasgos el miedo.
- REQUISITOS MÍNIMOS
«Cualquier estado de ánimo que se tenga
es el mejor estado de ánimo posible en
ese momento para hacer meditación, y
ello precisamente porque es el que se
tiene. Gracias a la meditación se
aprende a no querer ir a ningún lugar
distinto a aquel en que se está; se quiere
estar en el que se está, pero plenamente.
Para explorarlo. Para ver lo que da de sí.
Notas que realmente sí tiene efecto meditar cuando amanece un día nublado y eres capaz de apreciar la belleza de la luz, el olor húmedo del aire o en los matices de las nubes. La felicidad no es que salga el sol todos los días. Es valorar el sol y las nubes como son.
- SILENCIAR EL PENSAMIENTO
«Claro que no creo que
sea posible vivir sin pensamientos de
alguna clase. Porque los pensamientos
—y esto no conviene olvidarlo— nunca
logran calmarse del todo por mucha
meditación que se haga. Siempre
sobrevienen, pero se sosiega nuestro
apego a los mismos y, con él, su
frecuencia e intensidad.»
Diría más aún: ni siquiera debe tomarse conciencia de lo que se piensa o hace, sino simplemente pensarlo o hacerlo. Tomar conciencia ya supone una brecha en lo que hacemos o pensamos. El secreto es vivir plenamente en lo que se tenga entre manos. Así que, por extraño que parezca, ejercitar la conciencia es el modo para vivir plácidamente sin ella: totalmente ahora, totalmente aquí.
- SOÑAR DESPIERTO
«La dificultad
radica en que nuestros sueños nos gustan
mucho, en que nos emborrachamos con
ellos. Vivimos ebrios de ideas e ideales,
confundiendo vida y fantasía. Bajo su
apariencia prosaica, la vida, cualquier
vida, es mucho más hermosa e intensa
que la mejor de las fantasías.»
Cuesta mucho aceptarlo,
pero nada hay tan pernicioso como un
ideal y nada tan liberador como una
realidad, sea la que sea.»
Reconozco que buena parte de mis sentadas las paso soñando despierto; también reconozco que eso de soñar me resulta, en general, bastante agradable. Pero no me engaño: eso no es meditación. Parece meditación, pero no lo es. Porque no se trata de soñar despierto, sino de estar despierto. Soñar es escaparse, y para vivir es preciso no estar siempre escapándose. O corres el riesgo de vivir con un pie en cada lado del precipicio. Y eso agota a cualquiera.
- LA TIRANÍA DEL EGO
«Más que uno con el mundo, lo que
queremos es que el mundo se pliegue a
nuestras apetencias. Nos pasamos la
vida manipulando cosas y personas para
que nos complazcan. Esa constante
violencia, esa búsqueda insaciable que
no se detiene ni tan siquiera ante el mal
ajeno, esa avidez compulsiva y
estructural es lo que nos destruye. No
manipular, limitarse a ser lo que se ve,
se oye o se toca: ahí radica la felicidad.»
Qué liberación. Qué mochila de escombros se quita uno de encima cuando acepta que las cosas no van a salir como tú quieres. Que nada va a someterse a tus caprichos. Aceptarlo es esperar con el cuerpo relajado, sin tensión, la siguiente ola.
- EL MIEDO
«La vida es un viaje espléndido, y
para vivirla solo hay una cosa que debe
evitarse: el miedo.»
De todos los dilemas que conozco, el mejor de ellos es la vida misma.
¿Quién puede resolverlo? La vida es todo menos segura, pese a nuestros absurdos intentos para que lo sea. O se vive o se muere, pero quien decida lo primero debe aceptar el riesgo. Estamos a la mesa, ante el tablero, todo se ha conjurado para que cojamos el cubilete, lo agitemos y echemos los dados. Me entristece pensar que hay muchos que tienen ese cubilete entre sus manos y que hasta llegan a agitarlo, pero sin permitir que esos dados, juguetones y ruidosos, salgan disparados y rueden sobre el tablero.
Y me entristece que haya muchos que pasen la vida con la mirada puesta en ese tablero pero sin decidirse a jugar jamás, muchos que dudan sobre si deberían o no sentarse a la mesa del banquete, dispuesta para ellos; muchos que van al río y no se bañan, o a la montaña y no la suben, o a la vida y no la viven, o a los hombres y no les aman. Tengo la impresión de que la meditación se ha inventado solo para erradicar el miedo. O al menos para encararlo y aceptarlo.
Al sentarme a meditar siento que me estoy preparando un poco para la vida y sé que este (a veces) tremendo esfuerzo que es quedarse sentado en silencio, dará frutos tarde o temprano. Porque el deseo de luz, produce luz.